Por: Chef. Oswaldo Abuchaibe
El término, tan de nuestros días, que señala al mundo como una aldea global, es, a mi entender, la manera más gráfica de resaltar que no pasa nada interesante en un lugar lejano, sin que a los pocos minutos nos llegue el chisme y lo queramos copiar o hacerlo propio, claro dependiendo de quien venga. La gracia es que esto no es nuevo: escuchen este chismecito:
Hace ya algún tiempito, alrededor de 1535, en pleno “Renacimiento”, llegó a París una nueva chica, quinceañera ella, proveniente de la ciudad de Florencia (Italia), considerada la ciudad más importante de la época, y esta jovencita venía con la encomienda de casarse, nada más y nada menos, que con el Rey Enrique II de Francia.
Su nombre era Catalina Rómula de Médici y de la Tour de Auvernia, nieta del gran Lorenzo el Magnífico, hija de la Duquesa Magdalena, (primita de los actuales Borbones de España) sobrinita querida del Papa del momento y con 3 santos y 8 cardenales guindaditos de su árbol genealógico, feíta ella según los retratos de la época, a pesar de lo cual, con el tiempo llegó a ser no solo Reina Consorte, sino también madre de tres reyes y la persona que más influyó en los cambios gastronómicos de la Francia de la época, precisamente por introducir nuevas costumbres y productos exuberantes en la anquilosada corte real, en donde, por supuesto ella se convirtió en una suerte de Chica Súper poderosa, junto con el ejército de cocineros florentinos y venecianos que la acompañaron hasta la muy educada, artística, sensual y ávida de novedades, corte francesa.
A partir de ella, las mesas parisinas se engalanaron con el “Pato a la Naranja”, Los “Coc au Vin”, los “Vol au Vant”, la “Bechamel”, platos que hoy consideramos tan franceses y con otros más que marcaron época, como los fondos de alcachofa y los platos con espinacas cocinados a la Fiorentina, todos los cuales, junto a las pastas en sus mil formas y a los helados, fueron aportados por esta mujer, la más poderosa (y cruel según cuentan) de su época, y por su equipo florentino.
Lugar aparte merecen 3 aportes de importancia mayúscula a la gastronomía francesa de la época: el uso del tenedor, venido de las cortes de Constantinopla; el aceite de Oliva, traído desde la italianísima toscana y la norma de etiqueta de sentarse hombres y mujeres juntos a la misma mesa y compartir mantel, cosa inusitada para los cortesanos franceses del siglo XVI.
De esa Belle Epoque de la cocina Francesa y de esos platos en honor a Catalina, les dejo uno, maravilloso y sencillísimo:
HUEVOS A LA FIORENTINA
Ingredientes
1 Paq. De espinacas frescas
100 gr. de tocineta tostada
1 taza de crema de leche para cocinar
4 huevos
Queso Gruyere rallado.
Sal y pimienta.
Preparación
Blanquear las espinacas por 2 min, en poca agua hirviendo, refrescar y escurrir muy bien.
Cortar las espinacas y mezclar con la crema de leche y con la tocineta cortada fina.
Colocar una cuarta parte de la mezcla en el fondo de una cazuela individual, sal pimentar y colocar un huevo encima. Terminar con el queso gruyere y gratinar cuidando que los huevos no se sobre cocinen.
Buen Provecho!
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